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lunes, 16 de junio de 2014

Cuerdas y Gargantas

Podría ser "Cuerdas, Gargantas y Cables" como el tema de Sumo pero los cables no abundan.

Muchos menesteres terrenales han hecho que el blog no prolifere en publicaciones como hace unas semanas. Pero como este espacio se reedita para cuando se halla el hilo de la inspiración, tal vez lo que falta últimamente es justamente eso: l'inspiration.

Pero hablando de inspirarse, lo que me trae de nuevo aquí al arcón es otra faceta de mi vida. Una más señor/a/ita lector/a. Mi faceta de músico, esa de la que hablamos como admirador y objeto de culto, pero no como objeto de arte y sosiego.

Tenía 15 años cuando agarré la guitarra criolla de práctica que me acompaña aún, sobre todo en las noches, antes de acostarme. Hace pocos días pude comprarle la cuerda que le faltaba y después de casi un mes sin tocar, sentí como el alma me volvía a la sangre. Tengo una eléctrica pero como me llegó hace unos años aún me falta manejarla. Pero a mi vieja guitarra la he cuidado y la mantengo para mis momentos más íntimos, cuando le canto a mis penas, a mis alegrías, a mis mañanas, tardes y noches.

Es un regalo de mi abuela casi de casualidad, y aprendí a tocarla por mí mismo. Sin embargo, mi primer y único profesor es el personaje del que hablé hace días atrás, Miguel. Con él di los primeros y, diría yo, elementales pasos que aún practico. Después llegarían los años de práctica, las comparaciones con otros guitarristas y el momento cúlmine de formar una banda si bien duró muy poco.

Con ella surgió también la necesidad de cantar y las primeras lecciones de canto con mi abuela. De ahí la metodología fue la misma, tomar las bases, los elementos básicos y lanzarme a la exploración. En palabras de quienes me han oído, dicen que mi voz es muy dulce en comparación a quien soy yo. Si las críticas son positivas, bienvenidas sean; poco me importa si mi estilo es de rock o es romántico, lo importante es que cante, y ese canto no desentone.

Me inicié con los clásicos cuadernos de Arnoldo Pintos (para quiénes saben el tipo se merece un monumento) que enseñaba los primeros pasos e introducía al principiante en el folklore. Es más lo que conozco de folklore es gracias a este señor, porque una vez que pude tocar los acordes con cejilla me mudé a la música que me gustaba.

Hoy interpreto Bossa, alguito de jazz y folklore, rock nacional e internacional, algunas piecitas de flamenco y ritmos latinos. Y por más de que Miguel me diga que soy un buen compositor, debo tener una veintena de canciones de las casi 60 que alguna vez escribí... En gran parte porque soy demasiado exigente conmigo mismo y lucho para que lo que hago sea original. Nada de eso vió la luz, pero en algún momento lo hará.

Y ese día será grandioso.

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