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sábado, 13 de junio de 2015

Nobleza Obliga

Al 12 de junio le quedan pocos segundos por descontar, pero hace unos pocos años era el día que marcaba un antes y un después en la vida de mucha gente y hasta de varios espacios.

Esta entrada será en su raíz un homenaje a un SER que con su plena integridad dejó marcado un sello en mi vida a cuatro años de su reencuentro con la inmortalidad.

En la pared de mi oficina hay un panel de telgopor que conserva un par de notas de quién fuera mi abuelo. Una es una hoja de esos anotadores con suerte de publicidades de fármacos y remedios varios que suele traer, escrita con puño y letra de mi abuelo y que curiosamente lleva el título "MEMORIAS". El otro es un pedazo de papel alargado con la tinta ya un poco desteñida. Ambas tienen un contenido de advertencia algo específico y particular, pero sería de poco inteligente no leer lo que subyace a esas palabras... Años de sabiduría y comprensión.

Sería inútil escribir algo así como una biografía porque de su vida uno supo lo que compartió, unos veinte y pocos años más. Nació en 1919 y sabrán contar que vivió en plenitud casi sus 93 años de existencia. Sus últimos años de vida también dejaron una enseñanza profunda acerca de lo débil pero a la vez enormemente fuerte y valedero que es el cuerpo humano y, sobre todo, la mente.

Vivió su infancia en Mendoza, adolescencia en Rosario, su madurez y plenitud de viaje por muchos lados y su otoño en las suaves colinas que rodean esta ciudad de Salta. Sufrió la pérdida de un hijo, pero tuvo en cuenta de eso "muchos más" que supo ganarse con los años y su manera de ser.

Mis viajes, mis campamentos, mis salidas de la escuela, mis vacaciones, mi carnet de conducir, y hasta en cierta forma mi manera de vestir se deben a él. Mis valores, como la honradez, la gratitud, la perseverancia, la prolijidad y el orden también son parte de lo que él me transmitió. Quedan por aprender ya sin él pero con su recuerdo muchas cosas más como la serenidad, la pulcritud, la discresión, la paciencia y sobre todo su fe.

Su imagen más viva es la de un gorro, un abrigo, un palo largo como suerte de bastón y estandarte al mejor estilo Gandalf, lentes y subir y andar, y andar, y andar... no parar.

Su mejor enseñanza disfrutar la vida, juntarse y compartir con la gente, pero también trabajar y siempre ser fiel a uno mismo. Al último me decía que esto sería clave en el futuro... "En el tiempo sin tiempo"; algo que en su momento no entendí y que no hace mucho pude comprender más o menos de que se trata: más que el tiempo sin medida, es el tiempo que nadie tiene, ni para sí ni para nadie, el tiempo que no sobra, el tiempo que siempre falta.

Queda chico este espacio para detallar todo lo que hizo que fueron tantas cosas que vendría a ser uno de esos "héroes anónimos" porque hasta gente que nunca supo quien era sabía quien era, a tal punto que su velorio fue un acontecimiento muy convocante. Y que luego de su muerte pese a sus falencias como hombre, dejó las obras sentadas como las de un noble antiguo y le allanó la vida a muchos más, yo mismo incluído.

Todos aquéllos que sepan quien fue Agustín Quiroga en sus vidas lo comprenden, y los que no bueno lo podrán leer a través de esto en pocas expresiones. El fue una expresión mínima al alcance de la mano de lo que grandes hombres en la Historia han sido para la humanidad, sin exagerar para nada, y de que todos podemos serlo siempre y cuando nos lo propongamos.

Cerraré este merecido episodio del blog con las palabras con las que siempre lo recuerdo:

"Intende prospere, procede et regna"

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