Hace muchísimo tiempo Aristóteles en sus tratados de "física", definía a la corrupción como "de lo mejor lo peor". Como tantas grandes mentes y hombres (mujeres también... Ay! estos tiempos de género ttsss) hacía simple algo que normalmente tiende a la complejidad. En realidad el filósofo antiguo se refería al desgaste que el tiempo produce en la materialidad; una manzana se pudre, un árbol cae, la piel se arruga, el hombre muere.
Lo cierto es que la corrupción tal como la entendemos hoy es básicamente eso, aunque irónicamente, el mismo término se haya "corrompido" para amoldarse a otras realidades evidenciables, cosa bastante natural en el devenir del lenguaje. Hoy la "corrupción" se entiende como la malicia de la perversión, es decir, aquélla cualidad para socavar la integridad ética de una persona.
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"Desenmascara a la corrupción" |
Uno de los mayores males del pensamiento occidental es la categorización por valores morales, en gran parte consuetudinarios, sempiternos y monolíticos; enquistados sobre todo en el famoso "sentido común", es decir, el político es corrupto y es así, es ladrón, mentiroso, chorro y embustero. Hemos pegado el concepto a la tarea del funcionario público, hemos conceptualizado la corrupción como una forma de perversión ética, cuando en realidad es un constituyente cotidiano biológico al menos conceptualmente.
Entonces lo que hay que hacer es relativizar nuestro pensamiento, calmarnos, sacar la ira y preguntarnos ¿somos corruptos? No me olvido más de un artículo que debe tener unos 15 años en donde la Revista Viva hacía un recorrido preguntándose ¿Desde cuándo existe la corrupción en la Argentina? Obviamente, la metodología de la investigación periodística es muy diferente a la que pueda hacer yo como historiador, pero muchas veces los periodistas pecan de anacronía, visualizando realidades pasadas con conceptos actuales lo que de por sí ya forma un sesgo en cualquier análisis.
Termina ubicándola básicamente desde los tiempos coloniales, con el contrabando de mercancías y negros esclavos desde Buenos Aires, con los gobernadores desobedientes de las ordenanzas reales en cuanto al servicio personal indígena, con la "abolición" de la "Encomienda indiana", el nepotismo de funcionarios de los Cabildos citadinos y un largo etcétera. Y por más de que esto históricamente es cierto, tenía por lo menos en su época un fundamento: la monarquía española nunca visitó las Indias en 300 años de dominio, por lo tanto, por más de que su legislación era la obra normativa más acabada, justa y fantástica jamás escrita, su aplicación práctica chocaba con la realidad de una sociedad que debía subsistir a base del trabajo indígena, que cada vez eran menos con el tiempo, a pelear con otras tribus aun no controladas, que debían procurarse alimentos y materiales de construcción que la misma Corona monopolizaba para su venta y distribución (siendo que a veces los barcos se tomaban descansos de hasta 5 años para abastecer), por lo tanto, la corrupción política nacía de la necesidad, se reforzaba por la necedad administrativa, y se reproducía por la costumbre. Costumbre propiedad de criollos, pero también de los indios, porque estos en aras de mantener su propia cultura y como una forma de "resistencia" a sus conquistadores practicaban "por izquierda" su propio comercio.
Entonces en esta pantomima repleta de pelotudeces discursivas en la que el actual gobierno argentino se ha transformado, busca culpabilizar a otros de sus propios desaciertos, por más de que buenas y productivas obras haya realizado. Entonces, no es raro que se busquen chivos expiatorios en el menemismo, el alfonsinismo, la última dictadura (fuente de todos los males y penurias actuales del país), se demonice a los radicales y se insulte y degrade a todo aquél funcionario público antes del ascenso de Perón al poder en 1945, a excepción claro está de San Martín, Belgrano, Larguirucho, Hijitus, Patoruzú, etc. que como personajes de la idiosincracia política y humana argentina siguen siendo tan impolutos como siempre, fogoneando que se escriban libros pedorros sobre la cuñada que se cogía el prócer o si Belgrano se la comía a tres manos. Mientras tanto la ciudadanía sigue "queriendo saber de que se trata".
Nuestra tarea de relativizar comienza al ver este gráfico sobre Corrupción Mundial |
Para finalizar, volvemos al principio. Todos podemos ser corruptos en mínima escala, y según el "karma" (concepto que merece también su propio opúsculo en algún momento) la decisión de serlo puede llevar paulatinamente a convertirnos en corruptos sin ser senadores o diputados, sino simples trabajadores y padres o madres de familia, por el hecho de que la ética que profesamos se vea pervertida, por necesidad, v.g.: al machetearnos un examen, sobornemos al cana para que no haga la multa por ir chupao en el auto, le fiemos al kiosquero, utilicemos nuestra amistad con el patova para ingresar gratis al boliche, los contactos en el laburo para un familiar nuestro, etc, etc, etc.
Que lo grande no tape lo chico mis queridos lectores, nadie es santo, nadie hace daño, y si bien esto no justifica que le demos la mano a los funcionarios que hacen mal su tarea, significa que la conciencia comienza en cualquier acto responsable como ciudadano todos los días, y en elegir como personas libres lo que haga más bien que mal.