Sin lugar a dudas una de las figuras mentales que más sugestividad provocan es la idea del "Abismo".
Esta entrada va hacia ese lugar de cada uno. Ese lugar donde uno cae bajo por circunstancias de la vida, y necesita de uno y solamente de uno para salir.
La adolescencia es un período duro, un clivaje, un corte, una estación. La que me tocó vivir seguramente es tan diferente y tan igual como la de cualquiera, nada más que como vimos en la última entrada no se transformó ni de cerca en un hábito. Inseguridad, crueldad, incomprensión, tristeza y mucho temple. Esas son las palabras que definen un momento del cual salí con mucho aire pero también dañado.
La adolescencia suele asimilarse a esa "Edad de Oro" que fue la escuela secundaria donde se experimentaban los primeros amores, las primeras salidas, los grandes amigos y la mejor época de felicidad y experiencias. Bueno eso se lo dejan a su cuentito de hadas personal, lo mío estuvo realmente en las antípodas de esa situación.
La primera faceta podría ser la de la crueldad. Me tocó estar en dos colegios distintos durante esa etapa confrontándome desde mi diferencia a chicos y chicas que tenían un pensamiento y modo de obra distinto. Desde la vagancia hasta la cumbia como estandartes, y la burla constante. Muchas veces tuve que defenderme a las trompadas porque era víctima del hoy tan afamado "bullying", un eufemismo que le dió entidad a algo que existió siempre. El temor a la diferencia, pero a la diferencia con personalidad como lo era yo, siempre fue un ámbito de choque. Nunca se lo dije a mis viejos no porque tuviera miedo sino porque era irrelevante; lo único que podían llegar a hacer era una reprimenda que iba a ser utilizada para realzar la violencia que se ejercía contra mi en todo momento. Así que lo único que podía hacer era tener suficiente temple para aguantar situaciones denigrantes como que se burlen de tu vieja por su laburo, te acusen de "tragalibros" por estudiar (cosa que ni hacía en toda mi secundaria, debo haber preparado una o dos veces un examen, en ese sentido la pasé caminando), te digan cheto por no escuchar cumbia en casa, o vengan a tirarte los útiles para joderte el día por pura y simple diversión, o te digan maricón porque el finde no fuiste al boliche de moda. Ah pero no contaba si tomabas cerveza, puteabas, viciabas o jugabas al fútbol pese a no hacer el resto de las cosas.
La inseguridad. Si algo podían decirme en la adolescencia era Virgo Mortensen (JAJAJA) Si si si, era un desastre para encarar (aún lo soy nada más que ahora, por lo menos, la personalidad hace el resto). No me culpo, quería enamorarme. Me pregunto quien no. Pero bueno era otra excusa para burlarse y de paso para que te hagan la fama de más incogible todavía.
La incomprensión. Cosa que también sucede hasta hoy. Parece ser que uno no puede divertirse y ser bueno en algo a la vez. Uno adolescente tenía que ser jodón, mujeriego, bailador, encarador, tener el buzo fluo y la zapatillas Asics, y saber como cagarse a piñas. También debía ser mal estudiante, sacarse notas bajas, escaparse de la autoridad de los padres, joder al resto por defectos físicos o actitudinales, escuchar cumbia y matarse por eso, y por sobre todas las cosas ser popular y no un perdedor. Bueno yo podía hacer todas las primeras y ninguna de las segundas, entonces era el bicho raro, el divertido pero a la vez el serio, el jodón pero a la vez el buen estudiante y lalalala
Tristeza porque pese a que el último año me sentí más apreciado y adaptado el proceso no fue recíproco. No conservo amigos de esa etapa y cuando los veo, los noto tan inmaduros como en esos años, salvo excepciones que siempre las hay. No es su culpa, pero tampoco era la mía, ni en ese momento ni ahora. La vida da sus giros y el tipo que más solía violentarme, hoy es el tipo que me saluda y muestra la mayor madurez de los que llego a cruzar. Rescato cosas buenas para mi como persona, pero para nada experiencias que me hagan sentir nostalgia. Es más se nota mis queridos lectores que la etapa que más nostalgia me provoca es la infancia y no la tan mentada "Edad del Pavo".
Pero acá estoy con la buena onda y el humor que alguna vez creía haber perdido. Por suerte para todos y para mi no fue así.
Mala yerba, nunca muere.